Retazo de sincronía y sandalia

Era Miércoles. Después de la visita a SSKarmapa siempre hay un espacio de bendición en el que todo el mundo nos quedamos flotando alrededor de Gyuto. Las maneras de flotar cambian cada día: un día hacemos Kora (dar vueltas entorno al templo), otro día nos vamos a proteger de la lluvia bajo el alpendre de la oficina que encara el balcón de SSKarmapa con la esperanza de que salga a saludar -lo cual, cuando ocurre, es una delicia que nos deja al menos cinco metros más arriba del nivel de flotación habitual. Y, otras veces, simplemente nos dejamos levitar un poco más mientras vamos encontrándonos con otros flotantes y/o animalitos varios. Léase: El burrito que tiene las pezuñas deformadas y casi no puede caminar, el perrito gris pequeño, peludo y con un estupendo corte de pelo, flequillo incluido, que es amigo de la hermana de SSKarmapa, la gallina -que, dicen, fue liberada por SSKarmapa - es la única que tiene derecho a pasearse libremente por la salita de espera siempre (el otro día estaba Richard Gere, la gallina, yo y unas pocas personas más), el equipo de seguridad y los policías que toman nota de los pasaportes, y todo tipo de especies raras que vamos cada semana a la audiencia.

Ese Miércoles, contra todo pronóstico, SSKarmapa no había salido al balcón sinó a hacer Kora con sus cinco o seis protectores y nos pilló desprevenidos en medio de la conversación: Un monje muy simpático me preguntaba acerca de Thösamling, insistiendo en que era muy difícil llegar porque, durante el Monzón, "uno pierde la sandalia en el río". -Qué razonamiento tan raro- pensé para mí. -Menuda tontería -siguiente pensamiento. Pero como estábamos en primera línea de flotación, lo dejé pasar rápidamente para sumergirme de nuevo en un estado de felicidad liviana que me permitiera "seguir en el presente".

En estas que el Monzón llegó. Le costó un mes, diez días y varias noticias en el periódico: Primero que no llegaba, después que a ver si llega, a continuación, anuncios a bombo y platillo que el uno de Julio llegará. Al fin, el dos o tres de Agosto y después de muchas, muchas tormentas, ha llegado ya. Se sabe que el Monzón ha llegado porque el cielo está gris, no se ve el sol y la neblina cubre el valle, llenando el cuerpo de humedad pegajosa que es el manjar de los mosquitos. La ropa, que ha de cubrir los hombros y los tobillos para no escandalizar a nadie, no proteje de estos patudos con trompa, que pican siempre a través de una, dos o incluso tres capas de tejido.

Podría alargar el tema, pero lo dejo para otro día y voy al caso:
Ahí me tenéis, días después, intentando llegar al ciber entre tormenta y tormenta cuando, justo antes de cruzar el río -el camino directo al pueblo- aparecen a saludarme los pensamientos que había dejado flotando un par de semanas antes: "uno pierde la sandalia en el río", "qué tontería" y otro que contraataca: "¿y si es verdad?. Así que, tomándolos por reales, me aprieto la correa de la bolsa -por si acaso- y hago un repaso rápido de los contenidos: monedero -not problem, reproductor mp3 -problem, móvil -problem, gafas de sol-not problem... Dos problemas ya son más que suficiente para agarrar la bolsa con las dos manos mientras salto de piedra en piedra. Pero ahora, el río va crecido y una de las piedras habituales queda bajo el agua...

Podéis adivinar el resto: paso en falso sin manos, agujero en el fondo del río, agua hasta la cintura, bolsa sumergida, intento de salvarla y...
Ahora primer plano de mi cara en cuanto veo mi preciosa sandalia flotando río abajo.

Consigo salir del río, con mis modernísimos pantalones indios de "superdesign" empapados hasta los tuétanos y chorreando tintura violeta a mares, sin un zapato y con la bolsa llena de agua, llego a junto de mi amigo Alec, quien, por supuesto, se parte al verme llegar de esta guisa.
-¿Puedes ayudarme a rescatar mi sandalia?
Y allí nos vamos, después de colocar todos los "enseres" dentro de una bolsa de plástico seca.
Rio arriba, rio abajo. El problema es que Alec no se creía que podíamos encontrar la sandalia y yo estaba demasiado mojada para alimentar mi fe. Si hubiera estado mi amiga Pamen seguro que la hubiéramos encontrado.
Lo más curioso es que, buscando buscando, al menos el rio ha traído otra sandalia: azul en lugar de roja y de plástico en lugar de piel, pero el número y el pié son los adecuados. Y así me he pasado tres días "creando moda" hasta que me he comprado unas nuevas chancletas, esta vez naranjas, para que no se diga que no son chulas.

El problema lo tiene ahora otro amigo que va a llegar pronto desde Londres y se le ha ocurrido -mala idea- preguntarme si quiero algo de allí. Así que le he enviado esta foto como muestra de el modelito que necesito:


Comentarios

Unknown ha dicho que…
Un abrazo Celia por saber recibir las enseñanzas paradójicas de la vida con tanto humor, así como aceptar nuestras cabezonerias
Josep
Mingyur Palmo ha dicho que…
Abrazos, abrazos, ¿cabezonerías? no las veo. Se las debió de haber llevado el río.
Blanca ha dicho que…
Muy divertido el relato que haces de la sandalia, la foto genial, ver tu pie izquierdo europeo y tu pié derecho indionepalí.
Me emociona tu veta aventurera, y te veo a la perfección gracias a tu, cada vez mayor, destreza literaria. Sigue así. Besos.

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